Vivían una situación de exclusión hasta que dijeron basta y junto al movimiento zapatista empezaron
a reivindicar sus derechos como mujeres indígenas. Miles de estas mujeres analizan ahora lo
hecho y lo que queda por hacer.
Llevar toda la carga cuando no había caballos, traer agua del río al patrón para que pueda bañarse
sin salir de casa, trabajar de sol a sol en las fincas aguantando humillaciones e insultos, sufrir
abusos sexuales para que se cumpliera el llamado derecho de pernada…
Todas estas situaciones han cambiado pero aún siguen muy vivas en las mentes de Avinia, Eva,
Gloria y Angelina, cuatro abuelas de Chiapas que estos días han explicado a miles de mujeres cómo
vivían hace apenas catorce años, antes de sumarse a la lucha zapatista y reclamar sus derechos
como indígenas y como mujeres. Durante varios días, miles de mujeres se han reunido en el Primer
Encuentro de las Mujeres Zapatistas con el Mundo, una iniciativa que toma el relevo a los encuentros
anteriores organizados por los zapatistas para evaluar su situación y el trabajo hecho y que, en
esta ocasión, tiene carácter totalmente femenino.
Avinia, Eva, Gloria y Angelina fueron de las primeras mujeres indígenas en unirse hace veinte años
al movimiento zapatista, que el 1 de enero de 1994 ocupó varias ciudades de la región para visibilizar
la situación de pobreza que vivía la población indígena y campesina. “La seguridad pública asesinaba
y violaba a las mujeres de quienes se organizaban para protestar, hasta que llegó la información
de que podían organizarse clandestinamente”, explica Rosalinda, miembro del movimiento
zapatista. Así, durante bastante tiempo, las mujeres se sumaban a las reuniones que los hombres
mantenían de manera clandestina, “muy en silencio y despacito”, dice Maribel, una de ellas. En
estas reuniones debatían sobre su realidad y buscaban formas de visibilizarla y cambiarla.
El antes y el después
Entre todas las mujeres indígenas y campesinas que participaron en la creación del movimiento
zapatista y la organización de base destacan dos nombres: Ramona y Susana. “Ellas instigaron a
las zapatistas a elaborar su Ley Revolucionaria en los años en que daba mucha risa ver luchar a
una mujer”, explican las mujeres zapatistas reunidas hace unos días, que comentan que además
de luchar contra su situación de desventaja como indígenas en México también tuvieron que hacer
entender a los propios hombres zapatistas la importancia de la implicación de la mujer en esa lucha,
e incluso convencerse ellas mismas de que podían hacerlo.
Aunque reconocen que “todavía falta mucho para lograr el respeto y ocupar en algún lugar el lugar
que nos corresponde”, en la actualidad muchas de ellas realizan un trabajo intelectual y político y
tienen responsabilidades organizativas. Uno de los mayores logros, según las mujeres, es que tras
todos estos años de trabajo ya conocen sus derechos.
Cuando en agosto de 2003 se crearon las Juntas de Buen Gobierno, por ejemplo, no había mujeres
entre sus miembros. Ahora, en cambio, hay varias que participan y se encargan, sobre todo, de recibir
a los mexicanos y extranjeros que se acercan al proyecto, de decidir cómo distribuir los recursos
económicos y de llevar el control de los proyectos y las donaciones. Esto mismo ocurre en los
llamados Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas, en los que todavía el número de mujeres es
“limitado” pero donde las que hay deciden sobre temas de salud, educación o agrarios e investigan
casos de violencia o violación.
Otras mujeres, en cambio, dirigen u ocupan cargos de secretarias o tesoreras en cooperativas que
aglutinan a numerosas mujeres organizadas y que suponen recursos propios para la comunidad.
¿Los resultados de toda esta organización y participación? En temas de salud, por ejemplo, las mujeres
zapatistas explican que hay enfermedades que casi ya no tienen incidencia y que el número de
partos prematuros se ha reducido. A través de otras organizaciones sociales se creó la Clínica Central
de Francisco Gómez y entre los proyectos de futuro destaca la puesta en marcha de un centro
de atención a la mujer.
Presiones y desalojos
En el Primer Encuentro de las Mujeres Zapatistas con el Mundo se habló de los cambios en la situación
de la mujer pero también se hizo referencia a los problemas actuales que toda la población
indígena y campesina de Chiapas afronta. Una de ellas, expresada en boca de las mujeres reunidas
hace unos días, es la presión sobre las comunidades para forzarlas a desalojar sus tierras.
El diario mexicano La Jornada recoge estos días la voz de algunos alcaldes de la región, que han
anunciado que desocuparán tierras para promover proyectos turísticos y económicos; y la voz del
gobierno federal, que se ha comprometido a no permitir desalojos en comunidades zapatistas asentadas
antes de 2007.
En este contexto, a principios de enero llegaron a Chiapas 49 personas miembros de la Comisión
Civil Internacional de Observación por los Derechos Humanos (CCIODH), con el objetivo de entrevistarse
con políticos y miembros de las comunidades y recoger posibles violaciones de derechos
humanos. Según la CCIODH, hay “signos preocupantes de un aumento de la violencia y de conflictividad
en el Estado” de Chiapas.
Desde el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas y organizaciones como Centro
de Análisis Político e Investigaciones Sociales y Económicas (Capise) de Chiapas también han dado
en los últimos días la voz de alerta sobre el aumento de la violencia en la región.
Publicado en: http://www.redfeminista.org/Noticia.asp?ID=5800
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